Disloque es una obra audiovisual operada en vivo que utiliza al ruido como disparador conceptual. En relación a la composición musical, los materiales utilizados son fragmentos de grabaciones de campo procesados de forma digital. Visualmente experimenta con interacciones entre video analógico y digital, creando cruces que exponen formas dispares de conectarse con la realidad a las que estamos sujetos como seres mediáticos. A partir de la manipulación del audio, la realidad registrada en las grabaciones se enrarece y lo documentado pasa a ser una huella acústica distorsionada. Los entornos, los contextos, los ruidos de fondo cobran entidad a partir del montaje y edición, modelando entornos ficticios. El material videográfico se compone de imágenes abstractas digitales procesadas analógicamente, y viceversa. Mixers y procesadores analógicos, reproductores de cinta magnética y feedback electrónico, dialogan y se contraponen con software de procesamiento de video en tiempo real, imágenes generativas y efectos digitales. El ruido es el material y a la vez el plan de organización de la obra, un relato abstracto que supone un tránsito desde la repetición maquinal, rígidamente organizada, hacia la fluidez y la organicidad de la máquina como instrumento artístico. Esta búsqueda implica la incorporación del error como parte del proceso, torciendo la lógica y el modo de funcionamiento preestablecido de técnicas y tecnologías, en pos de un uso expresivo emancipado de imposiciones tecno-mediáticas.